miércoles, 5 de diciembre de 2007

Una Piura que se va El congelador del Manco Aldana


El barrio sur de la ciudad de Piura alberga, en su mayoría, gente buena de clase media baja, matarifes del camal, obreros y artesanos. Entre su muchachada siempre hubo buenos deportistas que supieron dar laureles a Piura, entre estos personajes hoy traigo a la memoria a Dn. Manuel Gregorio Aldana Garcés, ya desaparecido buen jugador del Atlético Grau en la década de los cuarenta allá en el estadio viejo. No tocaremos su carrera deportiva en el fútbol, hoy nos ocuparemos de sus incidencias en ese deporte que también apasiona a los piuranos, no el fulbito, el fulvaso.
Allá por los años 60, en la esquina de Junín con Moquegua, se terminaba de remozar la casa de los Aldana. Un ambiente fresco tras una ancha puerta en el ochavo que forman las esquinas de éstas calles, quedaba listo para la atención de los sedientos parroquianos, víctimas de la canícula piurana. Abría este bar con una característica muy especial, allí solamente se expendía cerveza y solo cerveza, hincapié que obedece a una realidad que luego haría famoso al Manco Aldana, jamás a nadie se le preparó un piqueo o plato de comida, de lo que muy bien pueden dar fe sus antiguos clientes, o de los más recientes como el popular Arturo “Pavoroti” Riofrío. Es de recordar la primera vez que el buen Arturo concurrió a lo de Manuel Gregorio, donde se armaban simpáticas mesas con hombres de copas de diferentes generaciones, hastiado de beber cerveza y no verlas se fue al baño y con gran estruendo se le “vinieron las cabras”, luego retorna a la mesa y de pie con los ojos llorosos limpiando sus anteojos, en tono de rogativa exclama : “Vámonos cuñao que estos viejos no comen nada, son pura bilis”. Más tarde, ya conociendo que “a comer a su casa” era la voz de aura, sería uno de los asiduos del Mocho Aldana,

Al referirse los piuranos a Manuel Aldana se le decía indistintamente Manco o Mocho, ya que perdió un brazo en un accidente de tránsito. Mas en su presencia, por su estampa de buen hombre, que lo era, y siempre ataviado con saco, todos le saludaban por su nombre o anteponiendo el bien ganado Don.
La especialidad de la casa era pues la cerveza helada, y en la temperatura precisa porque, eso si, fue una de las cervezas más ricas de todos los tiempos. Para lograr esto el Manco Aldana contaba con un congelador artesanal construido bajo su idea y supervisión. Nunca ningún parroquiano vio como era por dentro, sólo Manuel Gregorio lo manipulaba con la que le quedaba. Por fuera era de elegante y fina madera, con una portezuela superior abisagrada que le daba un aspecto de gran congelador, mas no funcionaba a corriente eléctrica, he aquí el secreto, la cerveza era enfriada en recipiente de aluminio abrazado con hielo conservado en cal, y calculando la cantidad necesaria de “chela” para que se agote en el día, pues la cerveza mal tratada que se deja de un día para otro, o varios días, bajando y subiendo la temperatura se tuerce y pierde su buen sabor, nos decía Manuel Gregorio, lo que es una verdad absoluta. Quizá sea un poco difícil de explicar como se puede tomar cerveza por varias horas sin comer, pero, para los que así lo hacen, tal vez el comer sea un acto primitivo de conservación el cual, al igual que otros de la misma condición, “se debería hacer en estricto privado” como lo dijo algún día el poeta Jorge Luis Borges.

Entre los asiduos y célebres clientes, comenzando por los que enterró el Manco Aldana, recordamos a don Calixto Balarezo, Julio de la Piedra, el ing° Eduardo Velasco, el escritor Carlos Manrique León, Carlitos Chira, Julio Boganni, Eduardo “Cachagatas” García, Panchito Burneo, don Jorge Fossa, Juan Ricardo Olaechea, el Ing° Jorge Riofrío Manrique y su inseparable Richards, Jorge Garrido Lecca, el “Sambo” Carlos Ibarra, don Pedro Olavarría entre otros. Grandes amigos todos y dueños de exquisitos temas de conversación de la Piura antigua, de política, de agricultura y de cualquier tema, ya que algunos fueron hombres de campo pero todos bien leídos; muchos de ellos desempeñaron cargos públicos. De otra camada, también fallecidos contamos al abogado y escritor Rufo Cárcamo, el psicólogo Posadas Velaochaga. Entre los sobrevivientes de este hermoso grupo queda el popular agricultor don Eduardo “el Muerto” Arbulú, que ahora mas bien se le podría llamar por el Enterrador. Los renombrados profesores y escritores José Estrada Morales y JEMU Jorge Moscol Urbina, con sus tertulias sobre historia o comentando obras literarias llenaban de cultura el salón y los oídos de propios y extraños. JEMU nos dejó últimamente.
Las fotos de Víctor Raúl Haya de la Torre, de su equipo el Grau y un cuadro del Corazón de Jesús pendientes de las paredes, expresaban la filiación aprista de Dn Manuel, su pasión por el fútbol y su ferviente religiosidad. Fue gran acompañante de procesiones, tanto que cuando tocaba alguna fecha patronal desde temprano advertía : “por si acaso, no más hay cerveza hasta las cuatro”.
Era supersticioso y creía en las apariciones y las penas, por ello cuando fallece en Lima su gran amigo y asiduo cliente Don Calixto Balarezo, el Manco Aldana decía que el buen hombre había venido a recoger sus pasos, ya que en la madrugada, sin saber que había dejado de existir, escuchó voces y tintineo de botellas en el salón de la cantina. Manuel afirmaba esto con mucha solemnidad y convencimiento, recalcando con cara de asustado.
La fama de la rica cerveza del Manco atraía gente bohemia a sabiendas de que “los dioses no comen” era el slogan de este bar, que dicho sea de paso nunca tuvo nombre. Por ahí vimos a los renombrados escritores y poetas Víctor Borrero Vargas, Houdini Guerrero, Sigifredo Burneo, Genaro Maza, Alberto Alarcón, el cantautor Armando Rivera, el afamado caricaturista Luis Córdova, Luscor, los artistas plásticos Sergio Vise y Arcadio Boyer y otros generacionales. Los muchachos de la Unidad Vecinal capitaneados por el Ing°Alex “Baco” Córdova y el “Tiri” Montero nunca dejaron de llegar; asimismo de la plazuela Merino “Camaguey” Ubillús, “Pepeco” Diaz, “Pichón” Fossa, Miguelito “la cabra” Arbulú, ya fallecido, y su hermano Quiñones siempre se les vio jugándose un cubilete con el recordado Fernando “Caracas” Seminario y su entrañable amigo el novelista Marto Padro, hermano de “Camapa” Martínez.
Evocando, encuentro a mis amigos el Chicato Sánchez y la Loreta Mayurí, que gozaban tomándole el pelo al Manco Aldana. Estos sabandijas conscientes de que el hombre, por su limitación física, sólo podía alcanzarles a la mesa hasta dos cervezas, le pedían bien serios : “Don Manuel, tres cervezas por favor”. Manuel Gregorio las primeras veces les miraba desconcertado pero lueguito las agarró y los mandaba a joder a su abuela.
En otra oportunidad un joven alimeñado, que respondía al nombre de Jano Rossel, le llamaba de Tío. Que, tío dos cervezas, que, tío cigarros, oiga tío qué no hay de comer?, en una de esas se le acerca el Manco y le dice : “Hazme recordar sobrino, a cuál de las mañosas de tus tías me he tirado para que me estés diciendo tío a cada rato?”, la celebración de la ocurrencia fue general.
Como en toda cantina no faltaban los cabeceadores, pero la gente siempre le cumplía : “Si me ves a ....fulano pásale la voz que venga a pagar” era su mensaje aprovechando que todos sus fialones eran conocidos. Cuando fallece el Ing. Jorge Riofrío Manrique, sabiendo que la hermana estaba arreglando sus cuentas, me envía como recadero : “Llévale por ahí a tu tía esta cuentita que me tenía el ingeniero” y se le canceló. Casi al final, yo le arrastraba una culebra de 56 soles, que se los fui a cancelar cuando ya estaba muy enfermo, “gracias, más vale tarde que nunca” me contestó sonriente, y nunca más lo vi.
En la distancia, recordando aquellos tiempos y tanta gente buena, es fácil comprender que la amistad es un don a guardar como un tesoro. Quién en Piura, que guste de aplacar la sed con una bien al polo y no supo del congelador del Manco Aldana, ya sabe lo que se perdió.
Don Manuel Gregorio Aldana fue un hombre humilde y siempre vivió, como casi todos ahora, al día, por ello cuando fallece, uno de sus recordados clientes del “turno de noche”, el abogado Guillermo Barreto Purizaga tuvo la delicadeza y buena hombría de obsequiarle el nicho y organizar una colecta para cubrir los gastos de su sepelio que, dicho sea de paso, no fue muy concurrido por que la mayoría de sus amigos ya lo esperaban tras el fuego y la estrella. El Manco Aldana y su congelador perduran en la retina de quienes lo conocimos, “como una estampa alegre en la pared clavada”. (jama)s

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias estimado Jorge por esta ilustrativa narrativa,en memoria de Don Manuel Gregario Aldana ,personaje Piurano,que tuve el gusto de conocer.